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Eneko Atxa y Ángel León. Una cena para el recuerdo de Gastronomika

 

Los tres estrella Michelin Eneko Atxa y Ángel León celebran ayer un 4 manos en Azurmendi para una treintena de invitados de San Sebastian Gastronomika – Euskadi Basque Country. Dos mares, dos fuerzas vivas de la gastronomía mundial, se encontraron para satisfacer con una veintena de sus mejores platos.

San Sebastian Gastronomika promovió ayer la celebración de una cena que la treintena de afortunados que pudieran vivirla recordarán durante tiempo. El vizcaíno Eneko Atxa jugaba de local; el gaditano Ángel León, de visitante. “Pero no es un partido oficial, es un amistoso”, comentaba feliz tras el ágape un Ángel León que había trasladado hasta Larrabetzu a dos de sus cocineros “y un poco de lo que somos”. “Se trata de dar un poquito de luz en un momento difícil, pasarlo bien y hacer disfrutar”, añadía. “Es un juego entre ambas cocinas donde nos lo pasaremos muy bien, el comensal en la mesa y nosotros en cocina, porque con Ángel no se cocina, se ríe y se disfruta de cada segundo”, completaba antes de la cena Atxa.

Al final, fueron en total una veintena de elaboraciones en las que iba apareciendo el Mediterráneo a veces, el Atlántico otras, el Cantábrico muchas, la sensación de origen en todas. Empezaba la velada en el hall de Azurmendi con la kaipiritxa y el piquillo helado del vasco, y el caviar, ostiones y pescadilla del andaluz. Era el calentamiento. 

Ya en mesa, al amistoso debía ir ya 4-4. Aún era la primera parte. Atxa y su servicio, jugaba en casa, sorprendían con la hoja de otoño escondida en un centro de mesa, y el clásico Limón Grass, el praliné de setas, los brioches de setas y el tartar de bogavante y mantequilla. “Es todo comestible menos el plato”, te iban avisando los camareros. Es el espectáculo Azurmendi. Ángel sonreía con la kokotxa con pan. Seguía el empate.

Llegaban los principales. Ángel León jugaba con titulares como el bacon marino y dos de los platos que el mismo día había presentado en su ponencia en Gastronomika: las halófilas de la marisma y la morcilla de puntilla. El mar llegaba pero se matizaba, como jugando al juego de la estética en el plato en el que Atxa gana la Champions. En ese nivel, el vasco respondía con los ganadores quisquilla, gel vegetal y granizado de tomate; chipirón con su propio jugo y mantequilla de café, o berenjena a la brasa, anchoa caviar y jugo de legumbres. El árbitro estaba a punto de pitar y seguían con los cuchillos en alto. Una última ocasión para cada uno: el mítico jarrete de Almadraba de Aponiente y la concentración de sabor en una cucharada del Vizcaína de Azurmendi.

Los comensales que eran juez y parte dictaban sentencia: empate. Los dos ganaban la copa. Los penaltis finales fueron para la gradería: Pasión y chocolate y helado de levadura, leche espumosa y regaliz de Azurmendi. Aplausos y abrazos, enarbolados también por Chivite y San Pellegrino, quienes ayudaron con el maridaje.

Una de las distancias más largas entre dos puntos de la península ibérica se salvaba degustando. “Somos amigos desde hace tiempo y tenía muchas ganas de cocinar con él”, apuntaba León. Era recíproco, multilateral. “Gracias a Gastronomika por hacer esto posible, por seguir apostando por nuestra querida gastronomía”.
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